Amando... al dolor.

lunes, 9 de junio de 2008

 


¿Sabes? Realmente me marcaron sus palabras, su presencia.

Me miró fijamente para no perder de vista ninguna lágrima, yo cual victima trataba con todas mis fuerzas zafarme de sus brazos, pero, obviamente no podía. La rabia, el rencor me envolvieron por completo y disfrutaba cada sentimiento airoso que de mi pudiera salir. Deseaba que le odiara con todas mis fuerzas para así tener un motivo para dejar de existir:

-¡cobarde!, maldito miserable- le gritaba palabras entre cortadas mientras me ahorcaba poco a poco.

-ja- rió- pues eres tú la que me ha ayudado y yo, por otro lado también te ayudé, ¿acaso no querías ser amada?

-asqueroso man… ipula… dor…- el aliento se me fue y con ello mi conciencia.

Rasgó entonces sus vestiduras en señal de dolor, dio un grito, un gemido despavorido, un desgarrador dolor ahora corría por sus venas, la muerte ya rondaba sus cuerpos.

La llevó junto al estanque de la mansión, mientras esperaba la salida del sol. Su amada aturdida despertaba de su asfixiante inconsciencia.

Desde un principio su plan había sido enamorar a esa muchacha para luego romperle el corazón y así sentir tanto odio hacia él, tanto rechazo, que lo movería a la muerte. Pero todo dio un vuelco cuando su naturaleza le llevó a tratar de asesinar a quien le odiaba, a su amada.

-¡no!-grité despavorida al ver que se acercaba rápidamente la salida del sol- ¡¿qué haces!?

-ya no quiero vivir… he tratado de matarte… y te he hecho sentir miserable- su expresión había cambiado completamente, estaba montuosamente triste

-no me dejes, por favor, aunque nunca me hayas amado… yo no he dejado de amarte…

-no creas que no te amo… todo me ha salido mal, porque comencé a quererte, y así no quería dejar de existir… pero … hoy, cuando vi estabas decidida a entregarte a mi, esta noche… yo… traté de beber tu sangre- me acerqué a él y le besé, le besé como nunca

-si es necesario que yo me convierta en uno de los tuyos para estar a tu lado, lo haré- le dije sonriendo.

-mi amada Mariela...- me dijo mientras sonreía cálidamente y le alejaba de su lado de un golpe.

su frialdad esa noche lluviosa, que ahora despejaba, fue par aprotejerme en relidad, proejerme de una teternidad junto a él.

El sol ya había comenzado a salir. Destrozó todo su cuerpo. Desde entonces no me he podido sacar la careta, de una muchacha que es feliz, ama a alguien que no existe, y desea encontrar su descanso en la muerte y la oscuridad.