Sumida en un mar de desesperación le conté a mi buen amigo Marcos (el vampiro) lo que me sucedía. La comprensión no era mi fuerte, de hecho donde iba el rechazo me asolaba, deseaba morir pues el desánimo que me agobiaba comprendía el pan de cada día.
Era un grito desesperado que al destino alzaba, era un violín rechinando fuertemente a quien deseaba oírle, así era yo.
Una noche del frío mayo él llegó a mi regazo buscando calidez, compañía humana. El secreto de su genero fue para mí, la mayor sorpresa pero a su vez, su mayor debilidad.
Comprendió mis falencias, mis defectos fue ese delicado ángel que sanó cada una de mis heridas, cada una de las incomprensiones que asolaban entonces mi fatigado rostro.
Un ángel, un buen amigo.
Mariela.
2 comentarios:
A veces llega de improviso. Cuando sientes que el dolor te oprime el pecho y te cierra la garganta... LLega, asi nada mas...Nuestra razon de ser, el salvavidas q nos ayuda a emerger de ese mar de angustia.
Vive :)
es sentir...confiar en un hombro en el cual descansar por solo unos momentos...
me encanta lo que escribes *O*
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